Me comunicó de forma escueta su intención de comprar mi negocio para poder ser el Cadillac de la industria cosmética. Le dije que su intención era muy halagadora, pero que era yo quien le iba a comprar su empresa para ser el Rolls-Royce de la industria. La guerra estaba declarada. Iba a destruirle". Así recordaba Estée Lauder un encuentro con su gran rival, Charles Revlon. El choque entre estos dos gigantes de la cosmética era irremediable, por tamaño y por ambición. En la década de los ochenta del siglo pasado el combate se decantó: Revlon Cosmetics fue poco a poco cediendo terreno frente al ascenso imparable del gran coloso del maquillaje, Estée Lauder. Lejos quedaban entonces los tiempos en los que Estée y su marido eran los únicos miembros de…
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Lecturas (Digital) - 1 Issue, 3549